13 de marzo de 2014

ENCUENTRO EN ALTA MAR. Inés Cordones.


Todo estaba listo: las redes, los remos, las velas, ambos subieron al barco, encendieron el motor fuera borda y comenzaron a navegar por el rio, el reflejo de las luces de las farolas titilaba en el agua.
Échate un rato papá, al menos un par de horas hasta que lleguemos, te aviso si pasa algo Dijo Andrés, ajustándose con su mano enguantada el gorro de lana, mientras que con la otra agarraba la manivela del motor.
Sí, me hace falta, aunque no sé si lo conseguiré. Despiértame cuando avistes la Roca contestó Diego, colocándose en posición fetal sobre las redes, cubriéndose con una manta.

−¡Papá, papá! Gritaba Andrés zarandeando a su padre.
¿Qué pasa? Preguntó, incorporándose con rapidez, encogiendo los ojos, deslumbrado por la luz.
¡Aquello, qué es? ¿Parece un hombre en una balsa? ¡Mira, nos hace señales! ¿Qué hacemos? Exclamó Andrés.
¡Lo que nos faltaba! Masculló el padre enfadado, mientras se colocaba las gafas de sol.
Los dos hombres se miraron dudando...
¡Anda, acércate a ver qué le pasa al imbécil ese! Dijo el padre con resignación.
¡Gracias paisa, me llamo Arfan, necesito ayuda,  mi barca se está hundiendo! Gritó el naufrago en perfecto castellano y con una gran sonrisa. Estaba de pie, tenía sus brazos cruzados sobre sus hombros, y balanceaba su torso atrás y adelante, a modo de saludo y agradecimiento.
¿Llamas a eso barca?  ! Eso es una balsa de juguete...  pero si hasta tiene publicidad de Nivea! Le dijo Andrés asombrado.
Vamos a llamar a salvamento marítimo, para que vengan a recogerte, le daremos tu posición, nosotros tenemos que seguir repuso Diego malhumorado, mientras sacaba su móvil.
¡No, no por favor! suplicó Arfan. ¡Voy para Ceuta! He pasado muchas calamidades en vuestro país. El trabajo está mal para ustedes, así que figúrense para mí. Me dirijo a mi aldea en Camerún.
– ¡Mira negro, nosotros nos estamos buscando las papas, y tú no entras en nuestros planes, así que decide: llamo o te ahogas ¡Imprudente!Contestó con rabia, mirando de soslayo a su hijo, que suponía compadecido de aquel muchacho.  Parecían tener la misma edad.
Mira paisa,  llegué a Cádiz con doce años, después de atravesar todo el desierto, en el maletero de un autobús. Me descubrieron, me llevaron a un centro de menores hasta que cumplí los dieciocho, trabajé en la construcción, en el campo, he vendido alfombras, he corrido en carreras populares, donde los premios se daban en dinero, ¡ahora, ni así! para participar hay que pagar, porque han quitado subvenciones a los clubs... ¡estoy harto paisa! Sólo tienes que ayudarme a cruzar al otro lado, luego ya me las apaño–.
Quillo con ese cuerpo, y la fama que tenéis los negros, no se te ocurrió hacer de gigoló de alguna artista madurita o de una aristócrata Le interpeló Andrés, con socarronería.
Soy negro, moro y pobre, pero tengo dignidad. ¿Y vosotros? Me parece que no vais a pescar con ese barco. ¿Os dedicáis al contrabando? ¿Tabaco o hachís? Indicó Arfan, con altanería.
¡Tabaco! A nosotros tampoco nos va bien. Yo era director de la sucursal de un banco. Me despidieron por no querer colocar preferentes a los clientes–.
Y yo, estudiaba Ciencias del Mar, hasta que al hijo de puta del ministro se le ocurrió reducir las becas Intervino Andrés enfurecido.
No entiendo para que lleváis las velas y los remos. La red sé que es para arrastrar los fardos, ¿no?
Los remos son por si tenemos que entrar o salir sin hacer ruido. Y las velas es nuestro plan B. ¿Y tú para que llevas  gafas y aletas de buzo? Preguntó intrigado el frustrado estudiante.
Para nadar más deprisa. Os lo ruego, sólo tenéis que dejarme a las afueras del puerto de Ceuta, lo demás es pan comido, a propósito ¿lleváis algo para comer?

El cielo y el mar se arropaban, despidiéndose del sol, cuando  dejaron a Arfan, que además de las gafas y las aletas, llevaba el traje de neopreno de Andrés.
Después de un largo trecho en silencio, el padre comentó: Ese moro me ha dado una  lección. La dignidad no hay que perderla, voy a contar lo que sucedió en el banco. Ya no tengo miedo a esos directivos mafiosos, cuando lleguemos a tierra llamaré a  nuestra amiga Lucía, la periodista. Arfan al despedirse nos dijo, que su Alá nos protegería–.
Esperemos que sea así Contestó Andrés, señalando al horizonte, una potente luz se reflejaba en el agua.
¡Vamos, rápido, ponemos en marcha el plan B! Expresó Diego con nerviosismo.
Tiraron al mar motor, redes y remos, e izaron las velas.
Los focos de la patrullera de la guardia civil enfocaban al mar, buscaban a dos hombres, padre e hijo, aficionados a la vela. Salieron a navegar y no habían regresado. La obscuridad fue rota por  una bengala de socorro, que chivateó su posición. Eran ellos, como les habían dicho, en la vela mayor se veía un desgastado toro negro, símbolo de la firma vinatera que, en épocas mejores, les patrocinaba. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario