13 de marzo de 2014

SABÍA QUE LLEGARÍAS. Inés Cordones.


Miro al frente y a mi reloj. Falta poco para que se ponga el sol, es decir falta poco para verlo. Nos encontramos en el museo municipal de El Puerto de Santa María, mi equipo de investigadores no ha dudado en acudir a mi llamada, saben que desde que terminé mi tesis doctoral estoy empeñada en averiguar qué significado tiene el diminuto planeta que todos los veranos aparece en las cercanías de Venus, se aprecia sólo con los potentes telescopios de que se dispone en el observatorio de la isla de La Palma. 
Mi gran amigo Javier, director del museo, sabedor de mi visita al Puerto, me invitó a ver la gran piedra encontrada en el espigón por unos pescadores, proveniente de la sierra de San Cristóbal, con incrustaciones que están en estudio.
Tengo sesenta años, agnóstica, no creo en la parasicología ni la telepatía, ni muchos menos en  milagros; ante todo soy científica, para mí, todo tiene que tener un por qué, un cuando y un cómo. Ver lo que estaba escrito en la piedra me produjo un sobresalto. Pedí a Javier permiso para que hoy, martes trece, nos dejara el museo libre, a partir de las ocho de la tarde, y además dejase una puerta abierta, prometiéndole darle detalles posteriormente.
Con la puntualidad esperada, apareció un hombre de pelo ensortijado, sobre su amplia frente  cae un rizo negro, unas gafas cuadradas dejan entrever sus ojos azules; cuello ancho y fuerte, que se une a un cuerpo que se adivina musculoso bajo un elegante traje gris. Indudablemente es extranjero y es él. Se coloca junto a la estela en cuclillas, brazos caídos hacia delante, su barbilla rozando el pecho, la coronilla dirigida hacia la ventana por donde entra el indescriptible rayo de luz reflejado por el pequeño planeta, que incide en su cabeza.

De inmediato se pone de pie, ahora luce camiseta y mallas azules, sobre ellas unos slips rojos ceñidos por un cinturón amarillo, en su torso un triángulo con bordes rojos que contiene una “S”, botas y capa roja completan su atrezo. Alza el brazo y con los puños cerrados sale volando por la ventana.

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